Allan Kardec, nos habla en "el Libro de los Espíritus" sobre la separación del alma del cuerpo de esta manera:
CAPTÍULO III
RETORNO
DE LA VIDA MATERIAL A LA ESPIRITUAL
I.- El alma después de la muerte
149. ¿En
qué se transforma el alma en el instante de la muerte?
- Vuelve a ser Espíritu, es decir, reingresa
al Mundo de los Espíritus, que temporalmente había dejado.
150. ¿Conserva
el alma su individualidad después de la muerte?
- Sí, jamás la pierde. ¿Qué sería si no la
conservara?
¿Cómo
comprueba el alma su individualidad, puesto que ya no tiene cuerpo material?
- Posee todavía un fluido que le es propio,
que toma de la atmósfera de su planeta y que tiene la apariencia de su última
encarnación: su periespíritu.
¿No se lleva
el alma nada de este mundo?
- Sólo el recuerdo, y el deseo de ir a un
mundo mejor. Aquel recuerdo está pleno de dulzura o de amargura, según sea el
empleo que haya hecho de la vida. Cuanto más pura es, mejor comprende la
futilidad de lo que en la Tierra ha dejado.
151.
¿Qué pensar de la opinión de que, después de la muerte, el alma vuelve a entrar
en el todo universal?
- ¿Acaso el conjunto de los Espíritus no
constituye un todo? ¿No son todo un mundo? Cuando te encuentras en una asamblea
formas parte integrante de ella, y sin embargo sigues teniendo tu individualidad.
152. ¿Qué
prueba podemos obtener acerca de la individualidad del alma después de la
muerte?
- ¿No tenéis esa prueba mediante las
comunicaciones que lográis? Si no sois ciegos, veréis, y si no sois sordos,
oiréis, porque con sobrada frecuencia os habla una voz que os revela la
existencia de un Ser que está fuera de vosotros.
Los que
piensan que con la muerte del cuerpo el alma entra en el todo universal están
equivocados, si con esto entienden que, a la manera de una gota de agua que cae
al mar, aquélla pierde su individualidad. Pero se hallan en lo cierto si
entienden por el todo
universal al conjunto de los Seres
incorpóreos del que cada alma o Espíritu es un elemento.
Si las
almas se confundieran con la masa no tendrían sino cualidades del conjunto y
nada las distinguiría a unas de otras. No poseerían inteligencia ni cualidades
propias, en tanto que, en todas las comunicaciones mediúmnicas, denotan la
conciencia del yo y una voluntad distinta. La infinita diversidad que presentan, desde
todos los puntos de vista, es consecuencia misma de las individualidades. Si
después de la muerte sólo hubiera lo que se llama el Gran Todo, que absorbe a
la totalidad de las individualidades, ese Todo sería uniforme y, por tanto, todas
las comunicaciones que se recibiesen del Mundo Invisible resultarían idénticas.
Puesto que encontramos en ellas Seres buenos y malos, sabios e ignorantes,
venturosos y desdichados; que los hay de todos los caracteres: alegres y
tristes, frívolos y profundos, etcétera, salta a la vista que se trata de Seres diferentes.
La
individualidad se torna más ostensible todavía cuando dichos seres prueban su
identidad por medio de indicios indiscutibles, detalles personales relativos a
su vida terrena y que se pueden verificar. Y ya no es posible la duda cuando se
manifiestan ellos a la vista, durante las apariciones. La individualidad del
alma se nos enseñaba, en teoría, como un artículo de fe, pero el Espiritismo la
hace evidente y, en cierto modo, material.
153. ¿En
qué sentido se debe entender la vida eterna?
- La vida eterna es la del Espíritu; La del
cuerpo, en cambio, es transitoria, pasajera. Cuando el cuerpo muere, el alma
regresa a la vida eterna.
¿No sería más exacto denominar vida eterna a la de los Espíritus
puros, aquellos que, habiendo alcanzado la suma perfección, no han de sufrir
más pruebas?
- Esa es más
bien la dicha eterna. Pero se trata de una cuestión de palabras. Llamad a las
cosas como mejor os plazca, con tal que os entendáis.
II.- Separación del alma del cuerpo
154. ¿Es
dolorosa la separación del alma del cuerpo?
- No. El cuerpo muchas veces sufre más en el
transcurso de la vida que en los instantes de la muerte. El alma ya no
participa ni siente en tales momentos. Los sufrimientos, que en ocasiones se
experimentan durante el proceso de la muerte, son un goce para el Espíritu,
el cual ve llegar el término de su exilio.
En la
muerte natural, la que sobreviene por agotamiento de los órganos como
consecuencia de la edad, el hombre deja la vida sin caer en la cuenta de ello.
Es una lámpara que se apaga por falta de combustible.
155. ¿Cómo
se opera la separación del alma del cuerpo?
- Habiéndose roto los vínculos que la
retenían, ella se desprende.
La
separación ¿se lleva a efecto de manera instantánea, por una transición brusca?
Entre la vida y la muerte ¿hay una línea de demarcación netamente trazada?
- No. El alma se desprende de una forma
gradual, no escapa como un pájaro cautivo que ha sido devuelto súbitamente a la
libertad. Los dos estados se tocan, confundiéndose. Así, el Espíritu se
desprende poco a poco de sus ataduras: éstas se sueltan, no se quiebran.
Durante
la vida, el Espíritu se halla ligado al cuerpo por su envoltura semimaterial o
periespíritu. La muerte destruye sólo al cuerpo y no a esa segunda envoltura,
la cual se separa del cuerpo cuando cesa en éste la vida orgánica. La
observación ha probado que en el proceso de la muerte el desprendimiento del
periespíritu no se opera súbitamente por completo. Sólo se realiza de forma
gradual y en un plazo muy variable, según los individuos. En algunos es
bastante rápido, y se puede afirmar que tal proceso de liberación, se cumple en
unas pocas horas. Pero en otros –sobre todo en aquellos cuya vida ha sido enteramente material y sensual- el desprendimiento es mucho menos rápido y
en ocasiones se prolonga por días, semanas y hasta meses, lo que no implica que
haya en el cuerpo la menor vitalidad ni la posibilidad de un retorno a la vida,
sino que persiste una simple afinidad entre el cuerpo y el Espíritu, afinidad
que siempre se halla en relación con la preponderancia que el Espíritu dio a la
materia en el transcurso de la vida. En efecto, es razonable pensar que cuanto
más se haya identificado el Espíritu con la materia tanto más laborioso le será
el separarse de ella, mientras que la actividad intelectiva y moral y la
elevación de pensamientos operan un principio de desprendimiento, incluso
durante la vida del cuerpo, y cuando llega la muerte, la separación es rápida.
Este es el resultado de los estudios hechos sobre todos los individuos
observados en el momento de la muerte. Esas observaciones prueban, inclusive,
que la afinidad que en algunas personas subsiste entre el alma y el cuerpo es a
veces sobremanera penosa, por cuanto el Espíritu puede sentir el horror de la
descomposición de la materia. Este caso es excepcional y propio de ciertos
géneros de vida y de algunos tipos de muerte, y se observa en algunos suicidas.
156. La
separación definitiva del alma al cuerpo, ¿puede tener lugar antes de haber
cesado por completo la vida orgánica?
- Durante la agonía, en ocasiones el alma ha
abandonado al cuerpo. Sólo queda entonces la vida orgánica. El hombre no tiene
ya conciencia de sí mismo, y no obstante le resta aún un soplo de vida. El
cuerpo constituye una máquina movida por el corazón, y existe en tanto el corazón
hace circular sangre por las venas, no necesitando al alma para ello.
157. En
el proceso de la muerte, ¿tiene a veces el alma una visión o éxtasis que le
hace entrever el mundo al que va a reingresar?
- A menudo el alma siente cómo se rompen los
lazos que la unen al cuerpo, y e
entonces realiza todos los esfuerzos para romperlos completamente. Ya
desprendida en parte de la materia, ve descorrer el porvenir ante ella y goza
de antemano del estado de Espíritu.
158. El
ejemplo de la oruga, que primero se arrastra por la tierra y después se
enclaustra en su crisálida, en estado de muerte aparente, para renacer con una
brillante existencia, ¿puede darnos una idea de la vida terrenal, luego la
tumba y por último nuestra nueva existencia?
- Una idea aproximada. La comparación es
buena, pero no habría que tomarla al pie de la letra, como con frecuencia
hacéis.
159.
¿Qué sensación experimenta el alma en el instante en que vuelve en sí en el
Mundo de los Espíritus?
- Ello depende. Si practicaste el mal, con el
deseo de realizarlo, te sientes en el primer momento muy avergonzado de haberlo
hecho. Pero es muy diferente para el justo: el alma del justo está como
aliviada de un gran peso, porque no teme ninguna mirada escudriñadora.
160. ¿Vuelve
el Espíritu a encontrar de inmediato a aquellos que conoció en la Tierra y que
murieron antes que él?
- Sí, según el afecto que por ellos sentía y
el que le profesaban a él. A menudo acuden a recibirlo al retornar al Mundo de
los Espíritus y le ayudan a desprenderse de las envolturas de la materia.
Además, vuelve a encontrar a muchos que había perdido de vista durante su
estancia en la Tierra. Ve a los que están errantes y va a visitar a los que se
hallan encarnados.
161. En
la muerte violenta o accidental, cuando los órganos todavía no han sido
debilitados por la edad o las enfermedades, la separación del alma y el cese de
la vida ¿tienen lugar de manera simultánea?
- Por lo general ocurre así, pero en todos
los casos el lapso que los separa es muy breve.
162. Después
de la decapitación, por ejemplo, ¿conserva el hombre durante algunos momentos
la conciencia de sí mismo?
- Muchas veces la conserva por algunos
minutos, hasta que la vida orgánica se haya extinguido por completo. Pero, con
frecuencia también, la aprensión de la muerte le ha hecho perder esa conciencia
antes del instante del suplicio.
Se
trata aquí de la conciencia que el condenado puede tener de sí mismo, como
hombre y por intermedio de los órganos, y no en cuanto Espíritu. Si no perdió
esa conciencia antes del suplicio, puede, pues, conservarla unos pocos
instantes, pero que son muy breves, y la conciencia cesa, por fuerza, con la
vida orgánica del cerebro, lo que no implica por ello que el periespíritu se
haya desprendido por completo del cuerpo. Antes al contrario, en todos los
casos de muerte violenta, cuando ésta no es producida por la extinción gradual
de las energías vitales, los lazos que unen al cuerpo con el periespíritu son
más tenaces y el desprendimiento completo se opera con mayor lentitud.
III.- Turbación espírita
163. El
alma, al dejar el cuerpo, ¿tiene de inmediato conciencia de sí misma?
- Conciencia inmediata no es el término
adecuado. Permanece algún tiempo en estado de turbación.
164. ¿Todos
los Espíritus experimentan con la misma intensidad y duración la turbación que
sigue a la separación del alma al cuerpo?
- No, ello depende de su elevación. El que
está ya purificado vuelve en sí casi inmediatamente, porque se ha desprendido
de la materia durante la vida del cuerpo, al paso que el hombre carnal, cuya
conciencia no es pura, conserva durante mucho más tiempo la impresión de esa
materia.
165. El
conocimiento del Espiritismo ¿ejerce influencia sobre la duración más o menos
prolongada de la turbación?
- Una influencia muy grande, por cuanto el
Espíritu comprende de antemano su situación. Pero, lo que más influye es la
práctica del bien y la conciencia pura.
En el
momento de la muerte, al principio todo es confuso. Hace falta al alma algún
tiempo para recobrarse. Se halla como aturdida, al igual que el estado de un
hombre que saliera de un sueño profundo y que tratara de darse cuenta de su
situación. La lucidez de las ideas y el recuerdo del pasado le vuelven conforme
se va borrando el influjo de la materia de que acaba de desembarazarse, y a
medida que se disipa la especie de niebla que oscurece sus pensamientos.
La
duración de la turbación, que sigue a la muerte, es muy variable. Puede ser de
unas pocas horas como de varios meses, y hasta de muchos años. Aquellos en
quienes es más breve son los que se han identificado en vida con su estado
futuro, por cuanto comprenden de inmediato su situación.
La
turbación presenta circunstancias particulares, de acuerdo con el carácter de
cada individuo y, sobre todo, según el tipo de muerte experimentada. En las
violentas, producidas por suicidio o suplicio, accidente, apoplejía o heridas,
etc., el Espíritu se encuentra sorprendido, asombrado, y no cree haber muerto.
Así lo sostiene con terquedad. No obstante, ve su cuerpo, sabe que ese cuerpo
es el suyo, y no comprende que se haya separado de él. Acude junto a las
personas a quienes profesaba afecto, les habla y no comprende por qué ellas no
le oyen. Esa ilusión dura hasta que el desprendimiento del periespíritu se ha
consumado. Sólo entonces el Espíritu se recobra y comprende que ya no forma
parte de los vivientes. Este fenómeno se explica con facilidad. Sorprendido de
improviso por la muerte, el Espíritu está aturdido por el brusco cambio que en
él se ha operado. Para él, la muerte sigue siendo sinónimo de destrucción, de
aniquilamiento. Ahora bien, como quiera que piensa, ve y entiende, en su
opinión no está muerto. Lo que aumenta su ilusión es que se ve dueño de un
cuerpo similar al anterior, por su forma, pero cuya etérea naturaleza no ha
tenido todavía tiempo de estudiar. Lo cree sólido y compacto como lo era el
primero, y cuando se le llama la atención sobre este punto se asombra de no
poder palparlo. Este fenómeno es análogo al de los sonámbulos noveles, que no
creen estar dormidos. Para ellos, el sueño es sinónimo de suspensión de las
facultades. Y puesto que piensan libremente y ven, en su concepto no se hallan
dormidos. Algunos Espíritus presentan esta particularidad, aun cuando la muerte
no los haya sorprendido en forma imprevista. Pero sigue siendo una
particularidad más general en aquellos que, aunque enfermos, no pensaban que
morirían. Se ve entonces el singular espectáculo de un Espíritu que asiste a su
funeral como si se tratara del de un extraño, y hablando de él como de una cosa
que no le concierne, hasta el momento en que comprende la verdad.
La
turbación que sigue a la muerte no tiene nada de penoso para el hombre de bien.
Es tranquila y semejante en todo a la que acompaña a un despertar apacible. En
cambio, para aquel cuya conciencia no es pura, está llena de ansiedad y de
angustias, que aumentan a medida que va comprendiendo su situación.
En los
casos de muerte colectiva se ha observado que todos los que perecen al mismo
tiempo no siempre se vuelven a ver de inmediato. En la turbación que sigue a la
muerte, cada cual va por su lado, preocupándose tan sólo de aquellos que le
interesan.