domingo, 15 de noviembre de 2015

AUTODESCUBRIMIENTO UNA BÚSQUEDA INTERIOR
Por Divaldo P. Franco
XX Congreso Espírita Nacional. Calpe, 8 de diciembre de 2013

Sócrates nació en el año 470 y desencarnó en el 399 a.C. Fue considerado el padre de la filosofía. Los hechos filosóficos pasaron a ser contabilizados antes de él y después de su vida.
Su padre, Sofroniscos, era escultor.  Y su madre, Fainarates, era partera. Vivió en un ambiente de cultura porque estudió filosofía con Anaxágoras, uno de los más notables pensadores de Atenas, y posteriormente estudió medicina con Arkelao. Pero su padre deseaba que fuera escultor y durante algún tiempo estuvo trabajando en la piedra, arrancando vida y belleza en el mármol. Un día, su madre lo llevo para que observara un parto y ante este parto nació ese interés extraordinario de Sócrates por la filosofía, creando una doctrina muy especial,  que en griego se llama «mayéutica», es decir, el parto del alma.
Sabía Sócrates que nosotros venimos del mundo de las ideas, el mundo causal, que tenemos el conocimiento introducido dentro de nosotros y que el verdadero estudio de la vida era hacer que brotara del mundo interior ese conocimiento.  Y por ello es el primer pensador en proponer el autodescubrimiento, un viaje interior. Porque adentro nuestro está la verdad y por eso, cuando se dedicó a la educación, educere en latín, que quiere decir «arrancar de dentro», su pensamiento filosófico tenía como fundamento esencial el bien, la verdad después, y la transformación moral del ser humano. Y explicaba  que una vida que no tiene reflexión, no merece la pena ser vivida. Es necesario por lo tanto que el ser humano realice un viaje tanto hacia fuera del equilibrio como hacia dentro, hacia el autoencuentro.
Su doctrina era fascinante, porque sin embargo era un hombre que protestaba, que hacía sofismas. La educación socrática difería de todo aquello que había sido presentado en el pasado. Por ejemplo, para que se tenga una idea de cómo filosofaba:  A Menón, su discípulo, él le enseñaba haciéndole preguntas, obligando al alumno a entenderse a sí mismo y a descifrar las incógnitas del conocimiento. Platón narra este diálogo de una forma extraordinaria en los detalles.  Y este tipo de sofisma, de contraseña de Sócrates, perturbaba a aquellos que se presentaban como muy cultos y en realidad tenían una cultura superficial, porque él tenía la humidad de reconocer que nada sabía, y que por eso mismo interrogaba.  Y cuando alguien le presentaba una propuesta, hacia sofismas, preguntándole, interrogándole, hasta que el individuo se perdía en su ausencia de conocimiento.
No era un hombre de belleza física, al revés. Alcibíades, uno de sus más notables discípulos, que tenía un cariño muy especial por el maestro, decía que en aquel cuerpo brutal, porque era un tanto feo, había un alma extraordinaria, como si hubiera bajado del nido celeste un ser muy especial.
Sócrates consiguió un número enorme de enemigos, como todos aquellos que nos dedicamos al bien y que no nos complacemos solamente con los aplausos, sino también con las piedras que nos tiran, porque nos constituimos ideales y el ideal de vida en la Tierra aún es muy difícil de ser vivido. Aquellos que hemos vivido en la búsqueda de la verdad parecemos extraños a una cultura inmediatista, pesimista, sensualista, porque diferimos en la búsqueda de este ideal sagrado de vida. Como era natural, la filosofía socrática era para todos, tanto era para hablar en la calle con una persona modesta, como en el ágora, en el mercado o en el panteón de Atenas, discutía con aquellos que se consideraban iluminados.
Como consecuencia, oportunamente, un grupo de filósofos  estuvo en el santuario de Delfos, el más notable de aquel entonces y en la oportunidad dialogando con la sibila, la médium que recibía a Marte, el dios de los griegos, esos filósofos preguntaron: «¿Cuál es el hombre más sabio de Grecia?» Y El oráculo contestó «Sócrates» Y naturalmente ellos, que tenían envidia de Sócrates, retornaron a Atenas e intentando ironizar le preguntaron: «¿Tú sabes que ha contestado el oráculo de Delfos?» y Sócrates ingenuamente dijo que no. «Ha dicho el oráculo que tú eres el sabio más notable de Grecia. ¿Tú crees?»
Y él contestó: «Posiblemente, porque yo soy el único que sabe que nada sabe». Y se quedó con la inquietud y oportunamente fue a presentarse al oráculo. Y cuando llegó allí en ese santuario de comunicaciones espirituales, donde la sibila o pitonisa entraba en un trance y por su garganta túrgida hablaban las voces espirituales, él fue tomado de una emoción muy grande, porque a la entrada del santuario había un pórtico muy antiguo y en este pórtico estaba escrito un pensamiento más antiguo de la Magna Grecia. Estaba allí colocado que era necesario al individuo volverse hacia dentro «gnóthi seautón» «Conócete a ti mismo» y este pensamiento, que será posteriormente atribuido a Sócrates, ya era conocido por los antiguos griegos que mantenían contacto con el mundo transpersonal.
Dominado por una emoción extraña porque eso confirmaba aquello que ya sabía, cuando retornó a Atenas se propuso invitar a todos a que hicieran este viaje para el autodescubrimiento: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Hacia dónde voy? ¿Cuál es mi misión en la Tierra? Y de esta forma comenzó a divulgar esa necesidad imperiosa  del ser transformándose cada día para mejor.
Era inevitable que los enemigos tramaran algo en contra suyo. Como él hablaba de la reencarnación, de las vidas sucesivas, que era una herencia adquirida en Egipto, los enemigos tramaron y lo presentaron a los jueces. Eran tres enemigos especiales, Mileto principalmente se puso como agresor de Sócrates y él fue llamado a un juicio. Curiosamente no deseó defenderse, porque sabía que los dioses eran encargados de trazar el destino de las criaturas humanas.
Sin embargo durante este juicio arbitrario, que hace recordar el posterior juicio a Jesucristo, Sócrates se mantuvo callado hasta el momento en que el juez le dijo que lo condenaba a muerte. Y Sócrates se puso a reírse. Ante este estado sofista,  el juez le preguntó ¿por qué estaba sonriendo? Y él le dijo ‒«Magistrado todos nosotros cuando nacemos  ya nacemos condenados a la muerte, no es para mí sorpresa alguna que usted establezca una fecha para que eso se cumpla» Y así fue a la cárcel. Allí mantenía la tranquilidad de una conciencia recta, de una conducta correcta, de pensamientos nobles y  tuvo que quedarse allí durante casi un mes, porque había una tradición en Atenas de un barco votivo que debería retornar de la ciudad de Delos y esto  se retrasó un mes. Sin embargo, durante este mes Sócrates consiguió permiso para seguir hablando a sus discípulos. Y los reunía para hablarles de la vida, hablarles de la muerte, diciendo que el sentido de la vida es entender la eternidad del espíritu.
La vida física es tan corta, tan insignificante ante la realidad inmortal, que el ser no se debe preocupar mucho en acumular, en tener, en disfrutar. Tiene que mantener  la preocupación de transformarse de ser para que la conciencia tranquila le propicie la verdadera armonía. Cuando estaba cerca el día de su muerte, Critón, uno de sus discípulos más queridos, fue a la cárcel a solas y le dijo:
‒Maestro, vine a traerte la libertad. Esta tarde la celda estará abierta. La puerta podrá ser atravesada y Sócrates le preguntó ¿y cómo lo has conseguido? Nosotros nos reunimos tus discípulos y sobornamos al guardia. Y estamos ciertos que después que salgas nos hablarás de la verdad, de la conciencia, de la divinidad humana.
Y Sócrates sonriendo dijo:
‒Critón ¡qué mal filósofo eres tú! ¿Cómo puedes concebir que yo permita un soborno? La indignidad de un muchacho, para tener la libertad. No te olvides que yo soy libre.
‒Maestro estás encarcelado.
‒No, Critón. Encarcelada está la materia, yo soy libre, porque sé pensar. Donde vaya mi pensamiento, allí voy yo. No hay prisión para un hombre que  es libre interiormente. Prisionero es todo aquel que tiene vicio, porque donde esté estará amargamente retenido en su vicio. Y dile a mis discípulos que no huiré, aquí permaneceré, porque después de concordar con un crimen ¿con qué coraje iría a hablar de la verdad, del valor moral, de la divinidad?
‒Pero maestro, mañana te matarán.
‒Oh, Critón, ¿a mí? Yo soy inmortal. Critón, podrán posiblemente romper la materia, pero Sócrates es inmortal. Vete y diles  a todos que yo volveré a vivir.
Al día siguiente, cuando estaba en el patio de la prisión delante de la muchedumbre que fue para ver el momento en que tomaría la cicuta, un veneno letal, el guardia se acerca y mirando al sol le dice:
‒Maestro, estaba emocionado, aún tienes una hora.
Y Sócrates contesta:
‒¿Qué es una hora? Es tan poco para quien tiene la eternidad. Y tomando el vaso de alabastro absorbe la cicuta.
Las personas lloran y Critón rompe la defensa, corre, le abraza las piernas y grita:
‒¿Maestro adónde sepultaremos tu cuerpo?
y Sócrates, con esfuerzo extraordinario, recobra la razón y le contesta:
‒El cuerpo tíralo en cualquier parte, porque Sócrates ya no está más en él. Critón recuerda  de pagar un gallo a Asclepios (dios de la medicina en Grecia, pues era común que cada vez que alguien enfermaba se hacía una promesa de pagar algo al dios Asclepios.
Y en este momento final, Sócrates sale de la Tierra sin tener ninguna deuda, perfectamente tranquilo, enseñando que el ser humano es su alma.
Es esta realidad transpersonal y su doctrina, posteriormente divulgada por Platón y por otros pensadores discípulos suyos porque el nada escribió, a semejanza de Jesús, la base de la doctrina ética espiritualista, la doctrina cristiana que Jesucristo tendrá la oportunidad de presentar a la humanidad casi 400 años después.
La doctrina, por tanto, de Sócrates no es solamente filosófica, porque aproximadamente 22 siglos posteriormente, Carl Gustav Jung, este notable padre de la psicología analítica, viene a proponer que la vida tiene un sentido y que es necesario que ese sentido sea encontrado.
Entre Sócrates, Jesús y Jung, está Allan Kardec. Allan Kardec se utiliza del pensamiento socrático como base de la nueva doctrina filosófica que es el Espiritismo. Y se vale del pensamiento de Platón y de Sócrates para poder apoyar las enseñanzas de El Evangelio según el Espiritismo. Porque el Evangelio es esta colectánea de buenas noticias, de informaciones superiores, para que la vida de la Tierra tenga un sentido. Para que no solamente el dolor, el desencanto, la aflicción, la amargura, hagan de la vida un verdadero valle de tinieblas, un valle de lágrimas, sino una escuela de bendiciones.
Freud es este extraordinario científico que ha descubierto que el ser humano es por encima de todo es un animal sexual, que ha dicho que las religiones son neurosis colectivas y que el ser que es humilde, que ha buscado una actitud en el bien, es un complejo de inferioridad, es una persona que está sometida a trastornos de comportamiento. Freud, que tenía mucha amargura en su alma, a semejanza de Frederich Nietzche, había establecido que vivimos entre dos puntos: Eros y Thanatos, el Amor y la Muerte.  Y todo  era destituido de cualquier significado porque el Amor era un sentimiento de la libido, de placer, de la búsqueda de la reproducción humana, y Thanatos era la realidad última de vivir por intermedio de la muerte. Se puede comprender este complejo freudiano porque él mismo tenía uno de los complejos más tremendos,  el complejo de Edipo. Tenía una competición inconsciente con su padre en relación a su madre y esta estará muchas veces presentada en su doctrina, que rehúsa el conocimiento de la vida transpersonal. Tendrá oportunidad de establecer que todo es superchería, el conocimiento de la vida es solamente de naturaleza carnal. Después de la muerte, la nada. Sin embargo, las experiencias mediúmnicas en contacto con Jung le propician una rebeldía muy grande. Y se apartan los dos grandes genios del psiquismo en la humanidad.
Hacia 1885, cuando estaba en París estudiando el subconsciente, él tiene la oportunidad de conocer al extraordinario científico Charles Richet, considerado el más notable científico francés, que había creado una ciencia, la metapsíquica, que hubiera estudiado con William Crookes, Cesar Lombroso, experiencias extraordinarias de paranormalidad, de fenómenos mediúmnicos, de fenómenos anímicos, de fenómenos  de materialización o ectoplasmia, de fenómenos intelectuales, musicales, de dibujos, de literatura, de poesía. Charles Richet publica esta obra extraordinaria y la regala a Freud. Como Freud tenía horror a todo lo que consideraba ocultismo, la teosofía, el esoterismo, el espiritismo, ponía todo en un mismo vaso y decía que el ocultismo era una fuga vergonzosa: la criatura no tenía coraje de enfrentar sus problemas y buscaba solución en el más allá, transfiriendo la imagen del padre para este Padre  de naturaleza espiritual y eterna.
Jung a la vez se divorcia de Freud y comienza a pensar y experimenta un profundo trance, una depresión profunda. En la búsqueda interior él dirá: Tenía que bajar al fondo del pozo, este pantano como llama el psicólogo James Hollis, el psicólogo norteamericano. Tenemos que bajar adentro  nuestro, hasta el pantano del alma donde están archivadas nuestras herencias antropológicas, toda esta cadena evolutiva,  nuestros instintos agresivos, nuestros sentimientos salvajes, nuestros conflictos de personalidad, es necesario bajar hasta ahí. Y Jung tuvo una depresión profunda después de la cual, cuando estaba en la parte más profunda del pantano interior se descubrió a sí mismo. Se descubrió que la vida no es del azar, no es casual, es causal y adoptó un concepto diferenciado de Freud. Este concepto junguiano tiene una característica muy bella porque él necesitaba una palabra para explicar la realidad del ser, materia del psiquismo, de la emoción. No estaba interesado en encontrar el espíritu, sin embargo hubiera  presentado una tesis en la universidad de Zürich respecto a las comunicaciones espirituales  hacia 1902, porque él  participaba en sesiones mediúmnicas en las cuales una prima suya recibía por fenómenos de psicofonía, de incorporación, a su abuelo, por lo tanto al abuelo de Jung.  Y él tuvo oportunidad de constatar que era extraordinario, pero Jung era un hombre de muy buena apariencia y la primita se enamoró de él, pasando a mistificar para halagarlo, y él puso el punto de vista separado para que la investigación científica no se mezclara con los sentimientos de la líbido. Ese extraordinario hombre consiguió una palabra que era precristiana. La palabra era «arquetipo» y que está hecha de dos palabras griegas  (arques tipoi)  marcas, señales, antiguos.
Entonces Jung estableció que todos nosotros somos herederos de nuestras señales antiguas de la evolución.  Estas marcas están representadas en arquetipos que son, por ejemplo,  el ego, aquello que aparentamos, la personalidad de la tradición psicológica y el self (en alemán seria selbst) ese «sí mismo» y estos arquetipos serían innumerables. Partiendo del arquetipo central, el viejo, que nosotros espiritistas consideramos que es Dios, la causa primera, la inteligencia suprema del universo, y de este arquetipo básico que es central siguen todos los arquetipos que constituyen los sueños: los sueños de las mujeres con los ángeles, los sueños de los hombres con las mujeres. Todo esto como herencias consecuencia de nuestros conflictos sexuales o de aquello que también es un arquetipo. Por ejemplo, la sombra. Decía Jung que todos nosotros  ignoramos mucho y esto es una sombra en nuestra conciencia, porque somos esencialmente seres inconscientes. Para Jung el inconsciente humano era tan grande como un iceberg. Digamos que en el iceberg se ve sólo el 5% de hielo y abajo el 95% está garantizando esta parte superior. El inconsciente humano es el 95% de nuestra realidad.
Nosotros actuamos automáticamente. Vivimos en  nuestro inconsciente profundo y estableció que poseemos dos inconscientes: el individual, que es el inconsciente mío de mi evolución, desde la cuna hasta la muere, y el inconsciente colectivo, que es una herencia de todo lo que ha pasado en la Tierra. Y ¿por qué? el propio Jung no sabe explicarlo. El Espiritismo viene a decir que sí, tenemos estos archivos del inconsciente profundo colectivo porque vivimos en los diferentes periodos, estuvimos reencarnados en las eras pasadas y tenemos este archivo que se encuentra en el periespíritu, en el cuerpo astral, en el órgano modelador de la forma como dice la parapsicología, y que se encarga de periódicamente abrirse y permitir que personas buenas hagan cosas malas. Quién de nosotros no ha preguntado ¿por qué personas buenas periódicamente hacen cosas malas? y ¿por qué personas malas una u otra vez hacen cosas muy buenas? Es que nuestro inconsciente tiene los archivos de las cuestiones positivas y de las cuestiones negativas.
Entonces tenemos una sombra que es la característica de nuestra evolución. Todo aquello que ignoramos es una sombra. Y esta sombra está entre el Ego y el Self, ese eje es la labor de nuestro autoconocimiento. El self tiene que trabajar para identificar la sombra, el conflicto: ¿Por qué me considero inferior? ¿Por qué me considero narcisista? ¿Por qué tengo envidia? ¿Por qué tengo complejo de inferioridad que me aturde? ¿Por qué tengo castraciones? ¿Por qué tengo miedo? ¿Por qué tengo culpa? La mayoría de nosotros tiene culpas conscientes y culpas inconscientes. La timidez, esas emociones que nos hacen sudar, temblar, temer, son conflictos de  una culpa inconsciente, son errores que practicamos en otras existencias.
La finalidad de la Tierra es hacer la fusión en una realidad profunda y al mismo tiempo consoladora. Pero esto es muy técnico para estar discutiendo. Dice también Jung que a medida que vamos descubriendo la realidad, la sombra se hace claridad. Y que la fatalidad de la vida es llegar al estado luminoso. Es una palabra que viene del latín lumen (luz). Es fascinante porque Jesús dijo que el Reino de los Cielos está dentro de nosotros. Es necesario conquistarlo por asalto. Si el reino del cielo está dentro de mí, yo tengo que hacer un viaje interior para descubrirlo.
¿Cómo encontrar ese reino de los Cielos? Si la vida me llama a tantos desafíos  y Jung nos invita a la meditación, a la búsqueda de la realidad, a momentos de silencio interior. Muchas veces estamos callados y la mente está afligida con mil preocupaciones.  No nos quedamos tranquilos, tenemos movimientos automáticos, tenemos estados nerviosos de ansiedad, de inquietud. Es necesario calmar el ego para que el ser que somos pueda iluminarse por intermedio de eso que Jung llamaría la individuación. Un estado de individualidad, porque nosotros somos constituidos de cinco elementos: la personalidad, el conocimiento, la identificación, la conciencia y la individualidad. Todos tenemos personalidad .Yo no soy esta persona que está aquí. Esto es una proyección de aquello que soy. Si alguien le pregunta ¿conoces a Divaldo Franco? Ah sí, aquel médium, aquel orador espírita. Esto es lo que yo proyecto. Pero no soy, estoy Divaldo Franco. ¿Y qué soy? una individualidad, el sumatorio de todas mis experiencias evolutivas que han construido en este momento transitorio esta persona, este personaje, que pasará a un estado superior. Porque la ley es de progreso. Nada, nadie, retrocede. Podemos estacionar, pero nunca perder aquellos conocimientos, identificaciones o ciencias que constituyen nuestra individualidad
Vamos entonces a intentar hablar esto de una forma bien sencilla: Un hombre vivía cerca de un bosque, era leñador, era un hombre pobre. Y un día se acercó a su casa un hombre santo y, como decía la tradición, el hombre pobre lo recibió con bondad, con ternura, y al salir el hombre santo le dijo: «Hombre, entra en el bosque» y se marchó.  El leñador se dio cuenta que vivía en el borde del bosque, pero nunca había entrado en él y gracias a esta indicación resolvió adentrarse y quedó sorprendido porque el bosque tenía caobas, jacarandas, cedros, maderas fantásticas de mucho valor. Se quedó muy emocionado y, llegando a la ciudad, constató que aquellas eran tierras desocupadas, que no tenían dueño. Contrató a un abogado y las registró a su nombre. Se hizo maderero y se hizo rico, cambió de casa, de residencia, puso a sus hijos a estudiar. Adquirió vehículos para transportarse de un lado a otro.
Y 10 años después, más o menos a los 40 años, estaba meditando en la ventana mirando el bosque y recordó el pensamiento de la propuesta del hombre santo «Hombre, entra en el bosque». Tuvo la idea de adentrarse todavía más en el bosque. Contrató amigos geólogos y se adentró con vehículos en el bosque. Al fondo, descubrió una montaña especial. Los geólogos mirando a la tierra: «Señor, es una mina de cobre. Es una fortuna es un metal precioso» y entonces él, que era maderero, se transformó en minero y entonces su fortuna se hizo más amplia, consiguió construir un verdadero palacio, vivir regaladamente. Sus hijos fueron a estudiar a otro país, a adquirir cultura.
Cuando tenía 50 años, prácticamente feliz, le volvió a la mente la propuesta del hombre santo «Hombre, entra en el bosque» Ahora, que era muy listo, solicitó a sus empleados un helicóptero. Con especialistas sobrevoló el bosque hasta que vio lejano un río que salía de una cueva, descendió y con aquellos que le acompañaban se dio cuenta  que había piedras muy especiales en el lecho del río, Y los geólogos dijeron « ¡Señor, son diamantes, que el río trae de la intimidad de la tierra!» Y a partir de este momento se dedicó al comercio de diamantes.
Ahora era un hombre de 60 años. La fortuna era fantástica, porque era maderero,  minero y ahora exportador de piedras preciosas, pero tenía muchos problemas. Tenía empleados que estaban en la justicia. Tenía a los hijos que querían parte de la fortuna. Tenía a la mujer que estaba siempre protestando y todo aquello que poseía prácticamente no le valía nada.
Entonces un día, mirando a la luna, y ahora bastante anciano, recordó la enseñanza de aquel hombre santo «Hombre, entra en el bosque». Se dio cuenta que era necesario entrar en el bosque de su propio yo. Era necesario penetrar en su mundo íntimo, Y al revés ahora de salir en dirección al mundo, hizo el viaje hacia dentro. Y adentrándose descubrió el tesoro más extraordinario: la paz, la paz que no tiene apariencia, la paz que no pesa, la paz que solamente irradia tranquilidad, dulzura, y en ese momento en que adquirió la paz él se transformó tan completamente, que las cosas que tenía no le valían de nada.
Nos hace recordar este fenómeno la historia del conde León Tolstoi, que era portador de una fortuna extraordinaria y que miraba a los mujik, a aquellos que eran los pobres que trabajaban en la agricultura, los campesinos. Y que tuvo el coraje de despojarse del título nobiliario, de todos los haberes, para hacerse hermano gemelo de los campesinos y para poder lograrlo se alejó de su ciudad, marchó al campo y a partir de este momento se autoiluminó. El hombre que escribió Anna Karenina,  que escribió Guerra y Paz, obras clásicas de la humanidad, se hizo siervo de su propia servidumbre, porque iluminándose poseía el tesoro más extraordinario de la vida.
Se cuenta que este periodo de transición de la fortuna y el despojamiento, un campesino se acercó a él y le dijo «Soy un desgraciado, un desventurado, soy un miserable, no tengo nada o tengo a nadie y vine a suplicarte algunos rublos, algunas monedas» y entonces León Tolstoi lo miró y le dijo:
‒¿Cuánto te parece 5.000 rublos?
‒¡Oh, una fortuna señor!
‒Te los daré, si me permites arrancarte un brazo.
‒Pero señor, me quedaré paralizado, sin un brazo.
‒Entonces te daré 10.000.
‒¿Para qué?
‒Para quitarte los dos brazos.
‒Pero señor, yo tendría el dinero, pero no lo disfrutaría.
‒Te daré 50.000 rublos para  arrancarte los brazos y para golpearte la vista y dejarte ciego.
‒Pero señor ¿para qué ser ciego y no tener cómo moverme?
‒Entonces, hombre, no te quejes. Quien posee algo tan valioso que no puede venderlo es un hombre infinitamente rico. Agradece a Dios lo que experimentas, ese tesoro que es el cuerpo tuyo presérvalo, mantenlo por medio de la oración, por medio de la caridad, de la autopreservación de tus valores, y no me vengas a decir que eres infeliz solamente porque no posees cosas insignificantes que sobrecargan al individuo y que le hacen infinitamente infeliz.
A la vez, estaba un día meditando a respecto de las cosas de la Tierra, cuando el espíritu Juana de Angelis se me acercó me dijo: «Hay una historia extraordinaria del despojamiento de la búsqueda del ser interior, este viaje que todos tenemos que hacer hoy o posteriormente para encontrar la esencia que somos  y no la apariencia que demostramos».
Y me narró que un muchacho norteamericano, acostumbrado a tantas tecnologías era discípulo de un sabio egipcio e hizo un viaje muy largo hasta El Cairo. Cuando llegó a la capital de Egipto, de inmediato fue a la casa de su sabio, de su maestro, de su gurú. Y cuando allí llegó la sala estaba vacía. Y el gurú, en postura de loto, estaba en el centro de la sala en meditación. El muchacho lo saludó, le dijo la tradicional manera de saludar «Salam Aleikum» (Con la paz de Alá esté con usted) y entonces el sabio le contestó. Y él, mirando la sala vacía, le preguntó al maestro:
‒¿Dónde me sentaré? ¿Dónde están los muebles?
Y el maestro dijo. ‒¿Dónde están los muebles suyos? A lo que el muchacho constató:
‒No, no los tengo, estoy de pasaje.
‒También yo, estoy de pasaje.
Porque todos nosotros estamos viajando, nos apegamos a esto, a aquello, nos apegamos a joyas, a valores que tienen valor porque les significamos valor, y nos desapegamos de nosotros mismos. Somos esclavos de cosas. Luchamos, el egoísmo, la avaricia, nos conducen a esta amargura, a esta inquietud, porque nos olvidamos de ser lo que deberemos, para ser la apariencia. Tenemos tanta preocupación con los otros, con el juzgamiento, con la manera de encararnos. Esto es el ego. Al ego le gusta el aplauso, la reverencia, la superioridad, porque el ego es un conflicto.
Cuando tenemos seguridad de nuestros actos, no es importante que nos comprendan o que no nos comprendan. Tenemos el aplauso de la conciencia ¿no es esto lo que nos ha enseñado Jesucristo? Cuando llegó a Jerusalén, en la entrada triunfal, la gente se engalanó, puso tapices, puso velos, para que pudiera él pudiera entrar por encima de eso. Curiosamente él estaba montado en un burrito y ese burrito era quien pisaba estas donaciones, porque él estaba entre la Tierra y el Cielo, será siempre un puente. Jesús es incomparable porque no está en la Tierra, no está en el Cielo, está como un puente que liga dos abismos, el ego y el self de la criatura humana. Porque menos de una semana después estaba siendo juzgado y una obsesión colectiva, los espíritus de las tinieblas utilizándose del rencor del resentimiento de los sacerdotes y de la alucinación del pueblo, toda esta gente pedía para que fuera crucificado. Y él estaba absolutamente tranquilo. Estaba a solas con la conciencia. Mejor estar a solas con la conciencia, que con toda la gente y con conflicto íntimo.
¿Cuál es uno de los puntos básicos de la depresión?  ¿Cuál es aquel punto que se llama evento de vida? Es la soledad. Somos una sociedad con 7.200 millones de personas.  Y cada uno está solo dentro de sí mismo. Aquí estamos más de 300 personas ¿Por qué somos solitarios? Porque no somos solidarios. Cuando somos solidarios, cuando salimos de nuestro ego para el self, salimos de nuestra apariencia para el espíritu que somos  manifestación de la Divinidad, y ya no estamos a solas, estamos acompañados por aquel  a quien hacemos el bien.
En una oportunidad, en nuestra institución, he visto algo conmovedor. Es una institución bastante grande. Nuestro auditorio tiene 900 butacas, que se llenan dos horas antes tres veces por semana, porque van en busca del agua viva del Evangelio, del conocimiento espírita y nosotros aplicamos pases también. Y cierta vez, cuando bajamos las luces para mantener un ambiente suave en tonalidad verde, me di cuenta que una luz descendía en dirección de una señora afrodescendiente, que yo no conocía. La veía porque estaba siempre presente y de ella se irradiaba también una perenne  luz. Me quedé  sorprendido porque miraba a los demás, tenían sus propias auras, pero aquella luz descendía de lo Alto.
Al terminar la reunión, la invité para charlar un poco. Y le dije «Señora usted no necesita recibir pases. Usted tiene condiciones morales, espirituales, energía curativa, para aplicar el pase». Le voy a orientar, enseñarle algunas prácticas, las técnicas más sencillas, porque lo importante es la moral de aquel que aplica la curación, no es la forma, la forma es secundaria.  Lo importante es la energía que es donada al paciente.
Y ella muy humildemente se quedó un tanto desolada y no sabía cómo portarse. La abracé y le dije «Vamos a establecer un horario para explicarle lo que llamamos los fluidos, la técnica de retirar la energía enfermiza y colocar la energía saludable». Y por una semana nos encontramos en la institución, le expliqué cómo debería comportarse, el cuidado con la alimentación, especialmente en día de las reuniones para que la digestión no produjera venenos cerebrales, etc. Y ella comenzó a dar pases.
Entonces, yo había recibido un Evangelio según el Espiritismo del antiguo presidente de la FEB Dr. Antonio Wantuil de Freitas. Era un libro de portada muy bonita, en pergamino con las letras en oro. Y como yo tengo un Evangelio de leer, de llorar, de sentir, un poquito viejo, había guardado este regalo como una herencia de alto valor. Y me acordé de brindárselo a esta señora, le hice una dedicatoria fantástica, de ternura.  Se lo regalé y le dije «Cada vez que usted vaya a aplicar un pase a alguien, hágase acompañar de una persona que será un testigo, para que la ignorancia no pueda decir que son prácticas de brujería, porque usted es afrodescendiente, o que se trata de alguna manifestación negativa. Con una persona a su lado tendrá una defensa. Entonces llegando a la casa, abra el Evangelio, lea un trocito o pida al paciente para leer, interprételo y después aplique el pase». Ella me miró detenidamente. Agradeció el libro, puso abajo del brazo y se fue.
Pasaron unos dos años y un día ella llegó muy feliz. Estaba muy bien vestida, dentro de su sencillez. Estaba muy bien peinada, y me dijo «Hermano Divaldo hoy estoy muy feliz porque he conseguido por medio de un programa de alfabetización del gobierno concluir la primaria». Yo tuve un shock, porque no sabía que ella era analfabeta. Y como le había regalado un libro, no me había dado cuenta. Pero intenté disimular y me dijo «He concluido este curso de primaria» y ahora abrió el libro y comenzó a leer para que yo escuchara. Las lágrimas me vinieron a los ojos. Era un ser espiritual superior delante de mí, que soy tan insignificante. Y ella estaba leyendo y llorando y yo también.
Cuando ella terminó me dijo «Fui a estudiar, a aprender para consultar las letras divinas y poder iluminarme aún más». Y yo le pregunté ¿Cómo hacía usted cuando no sabía leer?  Y ella me dijo: «Yo tenía vergüenza,  hermano Divaldo.  Cuando llegaba a la casa del paciente tomaba el Evangelio y decía “por favor léalo”  y si la persona me decía “No, yo no sé leer”, yo pedía a mi amiga, “léalo, no yo no sé leer”. Entonces yo decía voy a contar una historia que el hermano Divaldo ha narrado en la sesión y no decía que era analfabeta». Ahora, cuando yo llego, me preparo y digo «Vamos a leer el Evangelio» y entonces yo misma leo, traduzco.
Y esta señora se especializó en la curación de cánceres, de lepra, estas enfermedades más terribles. Conseguía cicatrizar las heridas, iluminándose, ella aplicaba el pase, producía la aceleración de las células de la vida atómica y la persona se rehacía. Desencarnó y la primera vez que se me presentó parecía una estrella. Y yo le pregunté  «¿Por qué la humildad de esta última reencarnación?» «Porque yo había sido anteriormente una mujer orgullosa, una gran cultura en determinado país y no había desarrollado el autoconocimiento.  La divinidad me ha proporcionado la oportunidad de autodescubrirme, en la pobreza, luchando, lavando ropa de patrones ricos, siendo humilde, nunca humillada porque no me permitía humillar, porque nadie me afectaba. Yo tenía noción de mí misma: el autoconocimiento». Cuando logramos el autoconocimiento disfrutamos de salud.
El notable cancerólogo Dr. Siegel afirma que aquellos que tienen autoconocimiento pueden controlar el mundo, porque controlan sus pensamientos. La ciencia espírita es la ciencia del autoconocimiento, porque el maestro Jesús ya nos hubiera dicho «¿Qué os adelanta salvar al mundo y perderse a sí mismo?»
Dijo Campetti que mucha gente cuando se hace espiritista tiene la preocupación de hacer a otro espiritista, sin la preocupación de autoiluminarse. El autodescubrimiento es fundamental. Lo que nos vienen a decir los espíritus en las reuniones mediúmnicas, no es sino que nos preparemos para el más allá, aquí estamos con nuestro self , el self que somos, el espíritu, adquiriendo experiencias, sumándolas para posteriormente transformarnos en huellas por donde marchen aquellos que vienen después de nosotros.
Un día me dijo Joanna de Angelis: «Haz de tu vida una vía donde tus acciones sean huellas luminosas, para que todo aquello que venga después de ti pueda mirar hacia delante la meta, que es la integración en el espíritu cósmico, el pensamiento divino, y puedan hacerlo porque encontraron estas sendas luminosas apuntando al cuerpo de la paz».
Estamos clausurando el XX Congreso Espírita Nacional. Este congreso nos ha proporcionado reflexiones. No nos olvidemos que la responsabilidad nuestra de espiritistas conscientes, conscientes de nuestra realidad, es muy grande. Porque dice el Evangelio en un lenguaje teológico «Aquel  que pecare en contra de Dios, será perdonado; aquel que pecare en contra de Jesús será perdonado, pero aquel que pecare en contra del Espíritu Santo no será perdonado». Es un lenguaje muy católico, muy teológico y durante años estuve meditando cuál sería el sentido profundo de este pensamiento.  Es que aquel que está en contra de Dios, no es nada. Dios es infinito, no se preocupará esa realidad cósmica con la pequeñez de esta hormiga orgullosa. Entonces, quien blasfema en contra de Dios no es un malo, es un ignorante. Aquel que no respeta la doctrina de Cristo, quizás tenga razón, porque la teología que le brindaron era una teología hecha  para la conquista de la Tierra, no del reino los Cielos. Empero aquel que agrede, que no corresponde al Espíritu Santo… ¿Qué es el Espíritu Santo? Allan Kardec dice en la presentación de El Evangelio según el  Espiritismo «Los espíritus, que son las voces el Cielo, descienden hacia la Tierra para proclamar la era nueva,  son estrellas que caen para iluminar el mundo». El Espíritu Santo son las voces del Cielo, que en el Pentecostés tomaron de los apóstoles y toman de los médiums en todas las épocas y particularmente en las sesiones espiritistas, para que se preconice el cambio estructural  en contra de las malas inclinaciones.
Por eso, en la cuestión 919, Allan Kardec pregunta: «¿Cuál es el método más eficaz para ser feliz en este mundo y liberarse de las malas inclinaciones?» Y los espíritus contestaron: «Un sabio de la Antigüedad ya os dijo: Conócete a ti mismo» y San Agustín, comentando  este autoconocimiento: «haced como yo cuando estaba en la Tierra, diariamente, al acostarme hacía una reflexión de todos mis actos, cuando descubría que me había equivocado me rehabilitaba al día siguiente. Y cuando constataba que había actuado con rectitud, entonces proseguía.» Es  este autodescubrimiento que nos da la conciencia espírita.
Si nosotros espiritistas que sabemos, no es una creencia, es la ciencia del conocimiento, porque nosotros sabemos, sí, hay vida después de la vida. Tenemos las pruebas, tenemos las ayudas, tenemos la inspiración, tenemos las perturbaciones espirituales, de acuerdo con nuestro nivel de pensamiento.  Si nosotros defraudamos a la confianza de nuestros guías, claro que ellos no se alejan de nosotros, nosotros somos quienes nos alejamos de ellos.
Es necesario por lo tanto que después de este congreso, aquellos que realmente somos espiritistas asumamos el compromiso de ser cartas vivas del Evangelio. Como decía el apóstol Pablo: «Menos palabras, más demostraciones, más perdón, más fraternidad, más sentimiento de gentileza, más ternura.» El mundo llora, el mundo sufre. El mundo tiene necesidad de ejemplos. Buenos oradores, la humanidad siempre ha tenido, desde Pericles en el siglo V a los grandes oradores de Atenas, como Licurgo, hasta los oradores clásicos de las doctrinas religiosas.
Lo que necesitamos es Amor, porque solamente por el amor el mundo será salvado. Y un día, que no está muy lejano, ni muy cerca, un ángel silencioso llegará hacia nosotros  y nos llamará a la realidad de la conciencia. Nadie huye de la conciencia.
Entonces, en este periodo cuando estamos con la lucidez, cuando podemos disponer de este patrimonio que es la materia, que tengamos el valor de rendir gracias a Dios, de decirle de nuestra alegría infinita por conocer la doctrina de su hijo amado, que vino a brindarnos el holocausto para que pudiéramos sufrir con resignación.
Que todos nosotros tengamos el valor de decir:
«Señor, muchísimas gracias.
Me gustaría decirte que amo la vida, que me he encontrado a mí mismo, me he sumergido en el mundo íntimo y he encontrado la razón de vivir.
Por eso quiero decirte que la vida para mí es bella y es consentida.
Muchísimas gracias, Señor, por todo lo que veo, por todo lo que me das, por lo que me regalas, por el pan, por el aire, por la paz.
Muchísimas gracias porque puedo mirar a aquellos que no pueden disfrutar del color de las flores, de mirar el pájaro que vuela. Y delante de su ausencia de visión, yo hago una oración para que después de esta vida, en la otra vida, puedan otra vez mirar.
Muchísimas gracias por los oídos míos, que me permiten escuchar la melodía de los inmortales, la melodía popular, la voz de la naturaleza, el cantar rico de belleza.
Empero, delante de mi audición, por los sordos yo hago una oración, porque sé que después de este vivir volverán a sentir.
Gracias por mi voz, por su voz, por la voz que ama, que enseña, por la voz que propicia paz, por la voz que alfabetiza, que legisla, que pronuncia tu nombre con dulce dicción. Y la palabra de verdad, con mucha emoción.
Pero delante de mi voz, me doy cuenta de aquellos que sufren de afasia, que no hablan de noche, que no cantan al día. Yo oro por estos porque sé que después de esta prueba, en la vida nueva, volverán a cantar.
Gracias por mis manos, manos que labran, manos que enternecen, manos que libertan de la amargura, manos de psicografías, manos de cirugías, de poesías, sinfonías, por las manos de los adioses, que limpian heridas, que disminuyen los dolores de las vidas que atienden a la vejez con las manos que en su seno mantienen un hijo de un cuerpo ajeno.
Y por los pies que me llevan a caminar sin reclamar. Gracias, Señor, porque yo puedo bailar. Delante del cuerpo mío sano yo veo aquellos que son amputados, paralizados, desgraciados y me pongo a orar porque, delante de este cuerpo mío, me doy cuenta que ellos en otra reencarnación, después de esta expiación, volverán a caminar.
Gracias por vivir, por mi hogar ¡Es tan maravilloso tener un hogar! No es importante que este hogar sea una mansión, un dúplex, un nido, una villa miseria, una casa del camino. Empero que adentro de él haya la presencia del amor de madre, o de padre, de mujer, o de marido, de hijo o de hermano, la presencia de un amigo que me tienda la mano.
Porque es muy doloroso vivir en la soledad, por lo menos tener la compañía de un perro para con él estar.
Y si yo no tengo nada, ni a nadie, ni un techo para cubrirme, ni una cama para acostarme, ni así me desespero, porque me autodescubrí y te quiero decir que descubriéndome te encontré a ti. Gracias Señor porque nací. Por tu amor ¡Gracias Señor!»
Por su atención, muchísimas gracias

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